lunes, enero 28

HABLA EL INMORALISTA


Nada repugna más al gusto de un filósofo, que el hombre cuando desea... Si el filósofo ve al hombre actuando, si a quien ve es a este animal, el más valiente, astuto, resistente, perdiéndose en un laberinto de situaciones difíciles, ¡qué digno de admiración le resulta el hombre! Incluso, le infunde ánimos...

Pero el filósofo desprecia al hombre que tiene deseos, e igualmente al hombre "deseable", y a todo aquello que se considera deseable, a todos los ideales del hombre. Si un filósofo pudiera ser nihilista, lo sería porque detrás de todos los ideales del hombre encuentra la nada; o ni siquiera la nada, sino sólo lo que carece de valor, lo absurdo, lo enfermo, lo cobarde, lo cansado, todas aquellas heces que han quedado en el fondo de la copa ya bebida de su existencia.

¿Por qué el hombre, que es tan digno de veneración en cuanto realidad, no merece que se le estime cuando desea? ¿Acaso tiene que expiar el hecho de ser tan excelente como realidad? ¿Es preciso que compense su obrar, la tensión de cerebro y de voluntad que requiere obrar, relajando sus miembros en lo imaginario y en lo absurdo? La historia de lo que ha considerado deseable ha constituido hasta ahora la parte vergonzosa del hombre. No debemos pasar mucho tiempo leyendo esta historia. La realidad es lo que justifica y justificará eternamente al hombre. Y, ¿no vale más el hombre real si se le compara con cualquier hombre meramente deseado, soñado; con cualquier hombre ideal, que no es más que una soberana mentira? Solo el hombre ideal es el que repugna al gusto del filósofo.

Nietzsche

 
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