sábado, agosto 16

HEMOS INVENTADO LA FELICIDAD


Hemos inventado la felicidad –dicen los seres humanos a los que Zaratustra dirige su enseñanza. Nietzsche los llama los últimos hombres, pequeños, mezquinos, cansados incluso para morir, se aferran a su propia domesticación que consideran prosperidad, convencidos de haber logrado con el progreso el máximo de libertad.


Antes de que fuera burocratizada por las universidades y convertida en un discurso académico la filosofía fue una práctica, un...
"way of life".

Un filosofo que llevo hasta su muerte una filosofía practica fue Diógenes el cínico, al que el conquistador Alejandro Magno quería conocer. Ante la propuesta de Alejandro que le ofrecía cumplir cualquiera de sus deseos, el filósofo contestó acostado en su barril tomando el sol:

"Apártate, que me quitas el Sol (el Sol como símbolo de sabiduría). Se dice que en respuesta Alejandro exclamó: Si no fuera Alejandro, habría querido ser Diógenes."


Diógenes le dice a Alejandro que él a pesar de creerse poderoso como rey carece de los signos propios del que tiene un verdadero poder:

"Es el signo propio de la abeja reina, que no tiene aguijón porque ninguna abeja osaría afrentarla. Tú en cambio estás armado hasta cuando duermes, y estar armado es propio de alguien que tiene miedo, de un esclavo."

Si la figura de Diógenes tiene una poderosa seducción, se debe al hecho de que manifiesta una liberación absoluta frente a cualquier poder, por su idea radical de libertad, su desvergüenza y sus continuos ataques a las tradiciones y los modos de vida sociales,
mientras ponía en práctica el antiguo principio de que sólo es libre el que se gobierna a sí mismo. Se cuenta que en una ocasión Diógenes fue tomado como esclavo y cuando se le preguntó qué sabía hacer, contestó: "Gobernar hombres", después ordenó al pregonero: "Pregunta a los presentes si alguno precisa comprarse un amo". No perdía ocasión de despreciar las convenciones y denunciar la existencia de absurdos obvios en la vida normal y civilizada:

“Habiéndole uno invitado a entrar en su lujosa mansión, le advirtió que no escupiese en ella, tras lo cual Diógenes arrancó una buena flema y la escupió a la cara del dueño, para decirle después que no le había sido posible hallar lugar más inmundo en toda la casa”

“Al ser iniciado en los misterios órficos, como el sacerdote aseguraba que a los admitidos en los ritos les esperaban innumerables bienes en el Hades, le replicó: « ¿Por qué, entonces, no te suicidas? »”

“Alguien muy supersticioso le amenazó: « De un solo puñetazo te romperé la cara »”; Diógenes replicó: « Y yo, de un solo estornudo a tu izquierda te haré temblar »”.

“Pedía limosna a un individuo de mal carácter. Este le dijo: «Te daré, si logras convencerme.» «Si yo fuera capaz de persuadirte –contestó Diógenes- te persuadiría para que te ahorcaras».”


Solía comentar que no iba al teatro porque le bastaba ver el mal desempeño de los actores en la sociedad. Y actor se dice en griego hipokrités, de donde deriva hipócrita como aquel que vela sus auténticos sentimientos en provecho del personaje con el que cumple. Diógenes –y a sus sucesores– se los llamaba cínicos, que literalmente significa perros. Pues justamente el estilo de vida cínico pone en juego la mayor desfachatez y la impudicia que proverbialmente muestran los perros.


"Masturbándose en público Diógenes se lamentaba de que el hambre no se calmara con solo frotarse la barriga."

"Cuando Platón vio a Diógenes lavando unas hierbas, se acercó calladamente y le dijo: 'Si estuvieras en la corte de Dionisos, no estarías lavando hierbas', y que Diógenes, con idéntica calma, respondió: 'Si lavaras hierbas, no precisarías seducir a Dionisos'"

“En un banquete algunos le echaron huesos, como si fuera un perro: Diógenes, comportándose como un perro, orinó allí mismo”

Observando cierta vez un niño que bebía con las manos, arrojó el cuenco que llevaba en la alforja, diciendo: « Un niño me superó en sencillez.» Asimismo se deshizo de su escudilla cuando vio que otro niño, al que se le había roto el plato, recogía sus lentejas en la cavidad de un pedazo de pan”


“Decía imitar el ejemplo de los maestros de canto coral, quienes exageran la nota para que los demás den el tono justo.”

Se decía que iba por la calle en plena luz del día, con una lámpara encendida, gritando:
«
Busco al hombre».

“En otra ocasión, gritó: «¡Hombres a mí!» Al acudir una gran multitud les despachó golpeándolos con el bastón: «Hombres he dicho, no basura».”


Esta actitud se erigía como testimonio de crítica a una cultura vacía e iba acompañada de una renuncia a las comodidades y una auto disciplina. El cínico fortalece la animalidad instintiva mediante un ejercicio continuo de la privación de todo lo artificial y consigue endurecerse frente al desamparo de las circunstancias sociales.

Encargó a uno que le buscase una choza donde vivir, pero como éste se demorara, se alojó en un barril del Metrón. En verano se revolcaba en la arena ardiente y en el invierno abrazaba las estatuas cubiertas de nieve, ejercitándose ante todo tipo de adversidades”

“Estaba en una ocasión pidiendo limosna a una estatua. Preguntándole por qué lo hacía, contestó: «Me ejercito en fracasar.»

“« ¿Por qué –se le preguntó- la gente da dinero a los mendigos y no a los filósofos?» «Porque –repuso- piensan que, algún día, pueden llegar a ser inválidos o ciegos, pero filósofos, jamás.»”

“A uno que le manifestó el deseo de filosofar junto a él, Diógenes le entregó un atún y le ordenó seguirle. Aquél, avergonzado de llevarlo, se deshizo del atún y se alejó. Diógenes se encontró con él al cabo de un tiempo y, riéndose, exclamó: «Un atún ha echado a perder nuestra amistad. »”

“Elogiaba a los que, a punto de casarse, se echaban atrás; a los que, yendo a emprender una travesía marítima, renunciaban al final; a los que proyectaban vivir junto a los poderosos, pero renunciaban a ello.”

Solía también decir que, cuando observaba a los pilotos, a los médicos y a los filósofos, debía admitir que el hombre era el más inteligente de los animales; pero que, cuando veía a intérpretes de sueños, adivinos y a la muchedumbre que les hacía caso, o a los codiciosos de fama y dinero, pensaba que no había ser viviente más necio que el hombre.

Repetía de continuo que hay que tener cordura para vivir o cuerda para ahorcarse”


“A uno que le reprochó: «Te dedicas a la filosofía y nada sabes», le respondió: «Aspiro a saber, y eso es justamente la filosofía.»”

Preguntado acerca de qué beneficio había obtenido de la filosofía, contestó: «Estar preparado para cualquier contingencia.»



 
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