sábado, mayo 9

EL SIMBOLISMO


Queda perfectamente claro que los símbolos no han sido creados para expresar aquello a lo que se llama verdades científicas.

Por su propia naturaleza los símbolos deben permanecer elásticos, vagos y ambiguos, como los designios de un oráculo. Su papel es descubrir los misterios, dejando a la mente toda su libertad.

De modo muy diferente a las ortodoxias despóticas, el símbolo favorece la independencia. Solo un símbolo puede liberar al hombre de la esclavitud de las palabras y las formulas permitirle alcanzar la posibilidad de pensar libremente.

Es imposible evitar el uso de símbolos si se desea penetrar en los secretos (
misterios), es decir, en aquellas verdades que pueden tan fácilmente transformarse en monstruosas ilusiones cuando se trata de expresarlas en un lenguaje directo, sin la ayuda de alegorías simbólicas. El silencio a que se obligaba a los iniciados encuentra su justificación en esto. Los secretos ocultos exigen para su comprensión un esfuerzo de la mente, pueden iluminarla interiormente, pero no pueden servir como tema de argumentos retóricos. El conocimiento oculto no puede ser transmitido oralmente ni por escrito, puede adquirirse solamente por una meditación profunda. Es menester penetrar en lo profundo de uno mismo, para descubrirlo. Aquéllos que lo buscan fuera de sí se hallan en el camino falso. Es en este sentido que las palabras de Sócrates "Conócete a tí mismo" deben entenderse.

En los dominios del simbolismo no debe tratarse de ser demasiado exactos. Los símbolos corresponden a ideas que por su propia naturaleza son difíciles de abarcarse, y que no pueden reducirse a definiciones escolásticas.

Los escolásticos llevan a su último análisis sólo palabras, es decir, algo enteramente artificial. Por su propia naturaleza una palabra es un instrumento de paradoja. Esto sucede así porque toda disciplina trata no con realidades que lleguen a nuestra consciencia por sí mismas, sino sólo con sus representaciones orales, con las fantasías de nuestro espíritu que con frecuencia deja que se le engañe con estas monedas falsas de nuestro pensamiento.

Si los hombres siquiera pudieran ver que casi todo lo que saben no son sino las ruinas de torres destruidas, probablemente cesarían de construirlas.


Ouspensky


 
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