EDUCACIÓN SUPERIOR

Al sistema de educación superior se le ha escapado lo principal: el fin y los medios para alcanzarlo. Se ha olvidado que el fin es la educación, la formación y no la nación, y que para alcanzar ese fin se necesitan educadores, y no profesores de instituto y eruditos de universidad... Se requieren educadores que estén a su vez educados, espíritus superiores, que estén a la altura requerida en todo momento y que den prueba de ello cuando hablen y cuando guarden silencio, individuos cultos en un sentido maduro y dulce, y no esos brutos instruidos que ofrecen hoy a la juventud los institutos y las universidades, como si fueran "nodrizas superiores". Descontando rigurosamente las excepciones, faltan educadores, siendo ésta una condición básica de la educación: de ahí la decadencia de la cultura.

Todas nuestras escuelas "superiores" están organizadas para la mediocridad más equívoca en su profesorado, en sus planes de estudio, en los objetivos de su enseñanza. Y en todas partes reina una prisa indecorosa, como si el joven llegara tarde a algo cuando no ha "terminado" ya a los 23 años, cuando no ha respondido aún a la "pregunta fundamental" de qué profesión desempeñar. Permítaseme decir, que a un hombre que pertenece a un tipo superior no le gustan las "profesiones", precisamente por que sabe que tiene una vocación. Dispone de tiempo, no se le ocurre pensar que ha "terminado"; en relación con una cultura elevada, a los 30 años se es un principiante, un niño. Esos institutos repletos de jóvenes y esos profesores nuestros de instituto sobrecargados de trabajo y embrutecidos, constituyen un escándalo. Puede que haya motivos para defender una situación así, pero lo que no hay son razones.

Lo que realmente consiguen las "escuelas superiores" es un adiestramiento brutal para hacer utilizable y aprovechable, en el más breve tiempo posible, a un gran número de jóvenes. "Educación superior" y gran número, son dos cosas contradictorias a priori entre sí.

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