Un maestro estaba comiendo melón y le ofreció a su discípulo.
-¿Qué? ¿está bueno? ¿cómo lo encuentras de sabor?
-¡Está exquisito, maestro! -respondió el discípulo.
-¿Qué es lo que está exquisito, el melón o la lengua? -preguntó el maestro.
El discípulo se estrujó el cerebro y extrajo la siguiente conclusión:
-El sabor del melón, puramente hablando, no existe; lo que percibimos de sabor es la interdependencia entre la lengua y el melón y, no sólo de estos sino también...
-¡Imbécil, más que imbécil! -le dijo el maestro- ¿A qué viene complicarse de esa manera?
¡El melón esta exquisito! Eso es todo.
lunes, diciembre 15
SÓLO ESTÁ EXQUISITO
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