martes, abril 28

UN DRAGON EN EL GARAJE


-En mi garaje vive un dragón que escupe fuego por la boca.
Supongamos que yo le hago a usted una aseveración como esta. A lo mejor le gustaría comprobarlo, verlo usted mismo. A lo largo de los siglos ha habido innumerables historias de dragones, pero ninguna prueba real ¡Qué oportunidad!

-Enséñemelo -me dice usted.

Yo le llevo a mi garaje. Usted mira y ve una escalera, latas de pintura vacías y un triciclo viejo, pero el dragón no está.

-¿Dónde está el dragón? -me pregunta.

-Oh, está aquí -contesto yo moviendo la mano vagamente-. Me olvidé de decir que es un dragón invisible.
Me propone que cubra de harina el suelo del garaje para que queden marcadas las huellas del dragón.

-Buena idea -replico-, pero este dragón flota en el aire.
Entonces propone usar un sensor infrarrojo para detectar el fuego invisible.

-Buena idea, pero el fuego invisible tampoco da calor.
Se puede pintar con spray el dragón para hacerlo visible.

-Buena idea, sólo que es un dragón incorpóreo y la pintura no se le pegaría.
Y así sucesivamente. Yo contrarresto cualquier prueba física que usted me propone con una explicación especial de por qué no funcionará.

Ahora bien, ¿cuál es la diferencia entre un dragón invisible, incorpóreo y flotante que escupe un fuego que no quema y un dragón inexistente? (...) ¿Qué significa decir que mi dragón existe? (...) Lo que yo le pido que haga es acabar aceptando, en ausencia de pruebas, lo que yo digo.




Carl Sagan



 
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