Uno de los errores más graves del hombre, es su ilusión con respecto a su «Yo».
El hombre tal como lo conocemos, el hombre maquina, el hombre que no puede «hacer», el hombre con quien y a través de quien «todo sucede», no puede tener un «yo»
permanente y único. Su «Yo» cambia tan rápidamente como sus pensamientos, sus sentimientos, sus humores, y comete él un error profundo cuando se considera siempre una sola y misma persona; en realidad, siempre es una persona diferente, nunca es el que era un momento antes.
El hombre no tiene un «Yo» permanente e inmutable. Cada pensamiento, cada humor, cada deseo, cada sensación dice «Yo». Y cada vez, parece tenerse por seguro que este «yo» pertenece al Todo del hombre, al hombre entero, y que un pensamiento, un deseo, una aversión, son la expresión de este Todo. En efecto, no hay prueba alguna en apoyo de esta afirmación. Cada pensamiento del hombre, cada uno de sus deseos se manifiesta y vive de una manera independiente y separada de su Todo. Y el Todo del hombre no se expresa jamás, por la simple razón de que no existe como tal, salvo físicamente como una cosa, y abstractamente como un concepto. El hombre no tiene un «Yo» individual. En su lugar, hay centenares y millares de pequeños «yoes» separados, que la mayoría de las veces se ignoran, no mantiene ninguna relación, o por el contrario, son hostiles unos a otros, exclusivos e incompatibles. A cada minuto, a cada momento, el hombre dice o piensa «Yo». Y cada vez su «yo» es diferente. Hace un momento era un pensamiento, ahora es un deseo, luego una sensación, después otro pensamiento, y así sucesivamente sin fin. El hombre es una pluralidad. Su nombre es legión.
martes, enero 13
EL HOMBRE NO TIENE UN «YO»
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